Un mar de pecas
Cuando el camarero comparte risas con sus hijos, a ella le arden los ojitos claros y alguna lagrima querría rodar por el mar de pecas de su cara.
Cuando el camarero comparte risas con sus hijos, a ella le arden los ojitos claros y alguna lagrima querría rodar por el mar de pecas de su cara.
Dicen que ocurrió en verano, aquel verano en el que llegar al pueblo solo significaba una cosa: Vacaciones.
Era un día lluvioso de verano. Y la lluvia me pilló de pleno, en pleno paseo. Cerca había un bar que, con su aspecto acogedor, parecía un lugar perfecto para secarme.
La niña tiene poderes, decían en casa. Ponía los pelos de punta cada vez que abría la boca para chivarse de una u otra historia del pasado.